Imágenes y símbolos que pasan desapercibidos en monedas y billetes de uso corriente; figuras geométricas en fachadas de edificios públicos, de mausoleos, de iglesias, y de monumentos históricos. Todos estos elementos representan un encriptado y rico lenguaje de una de las organizaciones más influyente del planeta que a través de sus miembros, ha sido una suerte de guía en la creación y en el rumbo de muchas de las instituciones gubernamentales y no gubernamentales de nuestro país y del mundo: la francmasonería.
En el seno de esta hermandad de orígenes ancentrales e inciertos, han caminado estadistas, científicos, militares, artistas, escritores, filósofos, periodistas, abogados, ingenieros, maestros y hombres de negocios de todas las épocas y de todas las nacionalidades. Por supuesto que dentro de esta lista de profesiones y oficios la medicina ocupó un lugar destacado.
En nuestro país existieron médicos masones que dejaron una huella imborrable en la historia argentina: Cosme Argerich, Guillermo Rawson y René Favaloro son sólo alguno de ellos. Y si bien, muchos nombres permanecieron en el más absoluto anonimato, estos hombres desconocidos, dejaron filtrar su presencia mediante diversos recursos, a través de un misterioso entramado simbólico e ideológico
Para sorpresa de muchos de nosotros, la Asociación de Anestesia, Analgesia y Reanimación del Norte de la Provincia de Buenos Aires (AANPBA), no permaneció ajena a dicha influencia y al igual que otras instituciones vinculadas a la medicina, ha recibido de la mano de uno de sus miembros fundadores una particular impronta masónica en el momento de su creación.
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